—Este ascensor me da miedo.
—Es un poco viejo nada mas, no es para tanto.
—Estas puertas son ilegales en los edificios nuevos ¿Sabias?
—No digas boludeces negro.
Así empezó todo. El negro vivía en la planta baja y cada vez que venia a visitarme tenia que oír sus quejas sobre mi ascensor. Tengo que aceptar que el tenia sus motivos. Era un ascensor viejo, con suerte cabían tres personas dentro. Todavía me acuerdo cada vez que llegaba al edificio. Pasaba el hall de entrada, me ponía en frente del ascensor y apretaba el botón para llamarlo. Corría sus puertas de hierro, ya despintadas por los años, hacia la derecha. Entraba, volvía a cerrar las puertas y presionaba el botón numero ocho. Instantáneamente comenzaba un viaje de ocho pisos, seguido de movimientos bruscos e incontrolables.
Yo era una persona normal. Trabaja desde casa para una empresa de cervezas, en la parte de diseño. Tenía algunos amigos que visitar casualmente. Me gustaba el deporte. Solía utilizar el ascensor unas cinco veces por día. Pero, todo fue empeorando.
Yo estaba sentado en el sillón, había llegado del trabajo hace unas horas. Y de repente se corto la luz. Pensé que habían saltado los tapones, como es de costumbre en un edificio viejo, pero estaba todo en su lugar. Tuve la intención de ir al sótano, se que allí están todas las conexiones del edificio. Pero a decir verdad no haría mas que una cara de desconcierto al ver esos cables y volvería a subir. Así que me decidí por llamar a un electricista. Las conexiones del timbre estaban echas por fuera del departamento y por lo tanto aun seguían andando. Cuando el sonido del timbre me notifico que llego el electricista baje muy encarecidamente a abrirle ya que el portero no funcionaba de hace meses, es un edificio muy viejo y descuidado.
—Buen día. — Le dije, mientras estrechaba sus mano.
—Buen día ¿Cual es el problema?
—Se me corto la luz.
—¿Me permite pasar a ver la térmica?
—Claro.— Le respondí, mientras me dirigí al ascensor.
Mientras subíamos el ascensor note que el electricista, luego del primer movimiento brusco, realizo un ademan de disgusto. No dejaba de mirar todo el ascensor y hacer gestos de desprecio cada vez que un movimiento inesperado aparecía. Llegamos a mi departamento, paso y me comunico que el problema era el disyuntor. Dijo que tuve suerte de que no allá pasado a peores. Le pagué y le dije que no era necesario que baje a abrirle. Lo despedí, pero al bajar no utilizo el ascensor. El descendió por las escaleras. ¡No podía creerlo! El tipo había echo caras de disgusto al subir el ascensor y cuando le toco bajar se limito a utilizar las escaleras. Aunque llevaba su caja de herramientas, que lucia demasiado pesada por cierto. El muy cabrón me hizo una cicatriz que no se veía.
El tiempo siguió su cursor. Yo por mi parte empece a usar las escaleras del edificio para subir y bajar. Esto me alcanzo para dejar de correr y ahorrarme mucho mas tiempo. Aprovechaba ese tiempo para estar en mi apartamento sin trabajar, ya que siempre estaba allí haciéndolo. Y al utilizar las escaleras no bajaba y subía de forma tan innecesaria como antes. ¡Pero no van a pensar que estaba loco! De vez en cuando subía por el ascensor. Cuando volvía con una mujer a mi departamento, claro que utilizábamos el ascensor. Las veces que llegaba cansado me decidía a correr el riesgo de utilizarlo. Si iban visitas también.
Me acuerdo una mañana que batía un café en la cocina. Mi cocina era un pequeño rectángulo, con una pared que comenzaba con una heladera pegada a una pequeña mesada y al lado la cocina. Nada excéntrico. En la otra pared había un ventanal inmenso. Mientras me batía el café yo miraba por esa venta. Las vibras de Lunes se sentían muy fuertes. Las veredas estaban llenas de gente apurada, gente apurada como si la vida fuera a contrarreloj. Se veía que estaban podando un árbol en la esquina de mi vereda. Un Jacarandá de unos 50 años. Era hermoso, pero los vecinos decían que les llenaba la vereda de flores y debían barrer demasiado, a mi gusto estaba bien con que las dejen allí en el piso marchitándose. ¡De repente! ¡Zas! Una rama del árbol callo sobre los cables. Lograron sacarla atándole una soga y tirando. Yo mientras tanto me reía, hasta que note que la televisión no transmitía ningún canal de cable. Los muy cabrones lo habían roto. No dude un segundo y llame a la atención al cliente y en menos de dos horas estaban tocándome el timbre para arreglarlo. Baje por las escaleras pero con intenciones de que subamos por el ascensor. Le abrí la puerta, lo salude y me pregunto si podía subir al techo, que no tardaría demasiado. Mientras subíamos por el ascensor el técnico dijo:
—Estos ascensores son de la época de Peron ¿Sabias?
—Tiene sus años... —No alcanza a terminar de responder a lo que me interrumpió
— Las puertas estas son ilegales. — Dijo con un tono azaroso.
No le respondí. Seguimos subiendo. Llegamos al piso 10 y lo acompañe al techo. Cambio algunos cables y termino, en menos de diez minutos. Lo salude y no lo acompañe a la puerta, el fue por el ascensor. Yo me fui a acostar, no daba mas del miedo.
Al negro no lo volví a ver. El sabía que las puertas eran ilegales y no quiso venir a visitarme nunca mas. El muy embustero me dijo que se iba a ir de viaje. ¡Patrañas! Pero yo lo entendía. Él tenía el mismo miedo que yo. Por eso lo entendía y no me enoje con el.
Empece a dejar de ir a mi departamento con mujeres o visitas para no usar mas el ascensor. Tenia mucho miedo. Y como las escaleras me bastaban, subía y bajaba para ir a hacer las compras necesarias. Pero una mañana, mientras bajaba a comprar cigarros, oí un ruido. Yo estaba en el piso seis y lo escuche en el cinco. El ascensor estaba pegado a las escaleras. Baje por las escaleras lentamente, pegado a la pared. Me asome y vi unos hombres con herramientas rompiendo el ascensor. Lo habían desarmado. ¡Corrí! Corrí y me encerré en mi departamento. ¡Eran ellos! Los que me querían matar. Ellos me querían matar. ¡Por eso el negro se había ido! Ademas note algunas personas que utilizaban las escaleras. Algunos pocos sabíamos que eramos una presa.
Estuve unas semanas sin salir del departamento. Pero un día me tenía que quedar sin café, era sabido. Justó ese día tenía que ir al banco a cobrar. Me cambie y fui, iba a aprovechar que bajaba para ir al supermercado. Así ya no salia por algunas semanas. Salí de mi departamento al pasillo del edificio y los vi. Ahí estaban. Los mire, ellos estaban sacando la puerta del ascensor. Me miraron esperando que les diga algo pero yo estaba paralizado. Salí corriendo hacia las escaleras, y empece a bajar. En el piso 6 deje de oír sus carcajadas, pero seguía corriendo aterrorizado. Salí del edificio y me fui al banco. Cobre el mes entero. Salí del banco y me tome un micro directo para Buenos Aires. Allá me tome un taxi y me fui para el aeropuerto. Había un vuelo a Italia a mitad de precio, pero me vine para Francia. Acá no me fue muy difícil acomodarme. Con comprarme una computadora me alcanzaba para continuar con mi trabajo desde casa. Y con eso me basto para vivir en este hostel. Ahora tengo ganas de alquilar una casa. Pero primero voy a esperar a conocer al amor de mi vida.
El otro día el Negro me mando una mensaje diciendo que ya volvió de viaje. Me preguntaba donde me había metido y me dijo que el ascensor nuevo estaba hermoso. ¡Pobre! Lo habían engañado a el ahora! Pero yo no le iba a decir nada. Que se joda por mentirme.
—Es un poco viejo nada mas, no es para tanto.
—Estas puertas son ilegales en los edificios nuevos ¿Sabias?
—No digas boludeces negro.
Así empezó todo. El negro vivía en la planta baja y cada vez que venia a visitarme tenia que oír sus quejas sobre mi ascensor. Tengo que aceptar que el tenia sus motivos. Era un ascensor viejo, con suerte cabían tres personas dentro. Todavía me acuerdo cada vez que llegaba al edificio. Pasaba el hall de entrada, me ponía en frente del ascensor y apretaba el botón para llamarlo. Corría sus puertas de hierro, ya despintadas por los años, hacia la derecha. Entraba, volvía a cerrar las puertas y presionaba el botón numero ocho. Instantáneamente comenzaba un viaje de ocho pisos, seguido de movimientos bruscos e incontrolables.
Yo era una persona normal. Trabaja desde casa para una empresa de cervezas, en la parte de diseño. Tenía algunos amigos que visitar casualmente. Me gustaba el deporte. Solía utilizar el ascensor unas cinco veces por día. Pero, todo fue empeorando.
Yo estaba sentado en el sillón, había llegado del trabajo hace unas horas. Y de repente se corto la luz. Pensé que habían saltado los tapones, como es de costumbre en un edificio viejo, pero estaba todo en su lugar. Tuve la intención de ir al sótano, se que allí están todas las conexiones del edificio. Pero a decir verdad no haría mas que una cara de desconcierto al ver esos cables y volvería a subir. Así que me decidí por llamar a un electricista. Las conexiones del timbre estaban echas por fuera del departamento y por lo tanto aun seguían andando. Cuando el sonido del timbre me notifico que llego el electricista baje muy encarecidamente a abrirle ya que el portero no funcionaba de hace meses, es un edificio muy viejo y descuidado.
—Buen día. — Le dije, mientras estrechaba sus mano.
—Buen día ¿Cual es el problema?
—Se me corto la luz.
—¿Me permite pasar a ver la térmica?
—Claro.— Le respondí, mientras me dirigí al ascensor.
Mientras subíamos el ascensor note que el electricista, luego del primer movimiento brusco, realizo un ademan de disgusto. No dejaba de mirar todo el ascensor y hacer gestos de desprecio cada vez que un movimiento inesperado aparecía. Llegamos a mi departamento, paso y me comunico que el problema era el disyuntor. Dijo que tuve suerte de que no allá pasado a peores. Le pagué y le dije que no era necesario que baje a abrirle. Lo despedí, pero al bajar no utilizo el ascensor. El descendió por las escaleras. ¡No podía creerlo! El tipo había echo caras de disgusto al subir el ascensor y cuando le toco bajar se limito a utilizar las escaleras. Aunque llevaba su caja de herramientas, que lucia demasiado pesada por cierto. El muy cabrón me hizo una cicatriz que no se veía.
El tiempo siguió su cursor. Yo por mi parte empece a usar las escaleras del edificio para subir y bajar. Esto me alcanzo para dejar de correr y ahorrarme mucho mas tiempo. Aprovechaba ese tiempo para estar en mi apartamento sin trabajar, ya que siempre estaba allí haciéndolo. Y al utilizar las escaleras no bajaba y subía de forma tan innecesaria como antes. ¡Pero no van a pensar que estaba loco! De vez en cuando subía por el ascensor. Cuando volvía con una mujer a mi departamento, claro que utilizábamos el ascensor. Las veces que llegaba cansado me decidía a correr el riesgo de utilizarlo. Si iban visitas también.
Me acuerdo una mañana que batía un café en la cocina. Mi cocina era un pequeño rectángulo, con una pared que comenzaba con una heladera pegada a una pequeña mesada y al lado la cocina. Nada excéntrico. En la otra pared había un ventanal inmenso. Mientras me batía el café yo miraba por esa venta. Las vibras de Lunes se sentían muy fuertes. Las veredas estaban llenas de gente apurada, gente apurada como si la vida fuera a contrarreloj. Se veía que estaban podando un árbol en la esquina de mi vereda. Un Jacarandá de unos 50 años. Era hermoso, pero los vecinos decían que les llenaba la vereda de flores y debían barrer demasiado, a mi gusto estaba bien con que las dejen allí en el piso marchitándose. ¡De repente! ¡Zas! Una rama del árbol callo sobre los cables. Lograron sacarla atándole una soga y tirando. Yo mientras tanto me reía, hasta que note que la televisión no transmitía ningún canal de cable. Los muy cabrones lo habían roto. No dude un segundo y llame a la atención al cliente y en menos de dos horas estaban tocándome el timbre para arreglarlo. Baje por las escaleras pero con intenciones de que subamos por el ascensor. Le abrí la puerta, lo salude y me pregunto si podía subir al techo, que no tardaría demasiado. Mientras subíamos por el ascensor el técnico dijo:
—Estos ascensores son de la época de Peron ¿Sabias?
—Tiene sus años... —No alcanza a terminar de responder a lo que me interrumpió
— Las puertas estas son ilegales. — Dijo con un tono azaroso.
No le respondí. Seguimos subiendo. Llegamos al piso 10 y lo acompañe al techo. Cambio algunos cables y termino, en menos de diez minutos. Lo salude y no lo acompañe a la puerta, el fue por el ascensor. Yo me fui a acostar, no daba mas del miedo.
Al negro no lo volví a ver. El sabía que las puertas eran ilegales y no quiso venir a visitarme nunca mas. El muy embustero me dijo que se iba a ir de viaje. ¡Patrañas! Pero yo lo entendía. Él tenía el mismo miedo que yo. Por eso lo entendía y no me enoje con el.
Empece a dejar de ir a mi departamento con mujeres o visitas para no usar mas el ascensor. Tenia mucho miedo. Y como las escaleras me bastaban, subía y bajaba para ir a hacer las compras necesarias. Pero una mañana, mientras bajaba a comprar cigarros, oí un ruido. Yo estaba en el piso seis y lo escuche en el cinco. El ascensor estaba pegado a las escaleras. Baje por las escaleras lentamente, pegado a la pared. Me asome y vi unos hombres con herramientas rompiendo el ascensor. Lo habían desarmado. ¡Corrí! Corrí y me encerré en mi departamento. ¡Eran ellos! Los que me querían matar. Ellos me querían matar. ¡Por eso el negro se había ido! Ademas note algunas personas que utilizaban las escaleras. Algunos pocos sabíamos que eramos una presa.
Estuve unas semanas sin salir del departamento. Pero un día me tenía que quedar sin café, era sabido. Justó ese día tenía que ir al banco a cobrar. Me cambie y fui, iba a aprovechar que bajaba para ir al supermercado. Así ya no salia por algunas semanas. Salí de mi departamento al pasillo del edificio y los vi. Ahí estaban. Los mire, ellos estaban sacando la puerta del ascensor. Me miraron esperando que les diga algo pero yo estaba paralizado. Salí corriendo hacia las escaleras, y empece a bajar. En el piso 6 deje de oír sus carcajadas, pero seguía corriendo aterrorizado. Salí del edificio y me fui al banco. Cobre el mes entero. Salí del banco y me tome un micro directo para Buenos Aires. Allá me tome un taxi y me fui para el aeropuerto. Había un vuelo a Italia a mitad de precio, pero me vine para Francia. Acá no me fue muy difícil acomodarme. Con comprarme una computadora me alcanzaba para continuar con mi trabajo desde casa. Y con eso me basto para vivir en este hostel. Ahora tengo ganas de alquilar una casa. Pero primero voy a esperar a conocer al amor de mi vida.
El otro día el Negro me mando una mensaje diciendo que ya volvió de viaje. Me preguntaba donde me había metido y me dijo que el ascensor nuevo estaba hermoso. ¡Pobre! Lo habían engañado a el ahora! Pero yo no le iba a decir nada. Que se joda por mentirme.
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